ecología (tachos)


La nieve cubre al mundo me eligió para continuar una cadena de actos ecológicos. Quién recibe el premio decide si se compromete o no con la naturaleza y si lo hace, pone el premio en su blog y nomina a otras 6 personas para que hagan lo mismo. La importancia del premio radica en que quién recibe el premio debe incluir en su post un buen acto que haya hecho por el medio ambiente. No tiene que ser (necesariamente) algo muy elaborado, pueden ser cosas simples.


Este es mi relato ilustrado:


Al tirar el cigarrillo en la vereda, ella me miró sorprendida y señaló un tacho de basura.


Luego me dijo que los mismos poseen una especie de metal o chapita.



Después me explicó que la chapita sirve para que la gente apague el cigarrillo y luego lo tire al tacho.


De esta forma, cosas como estas no deberían suceder.


Estas tampoco...


y estas…menos que menos…


Fin



Bueno, en este caso, otorgo el premio verde a:

fotos: manu

la nota


1

Hay una nota dejada en la puerta de la heladera.

2

Una nota escrita con la mano menos ágil, con algún grito agudo, con cuatro saltos inquietos y un estornudo en el final.

Una nota escrita sin puntos, sin comas, sin minúsculas, con palabras pegadas y frases-párrafos.

La misma posee ocho números increíblemente nublados y dos errores de ortografía que preocuparían a cualquiera.

3

Observo la nota e intento encontrarle un patrón, una norma o una forma que me encarrile hacia un camino razonable que permita entender el sentido de la misma.

Busco y no encuentro lógica alguna, la cuestión carece de sentido.

Me centro en los números, trato de entenderlos, los anoto en otra hoja, para luego llamarte.

4

Intento hacerlo, pero el servicio técnico computarizado me toma el pelo diciendo:
“el número marcado es incorrecto, lea correctamente la nota dejada en la heladera…el número tres puede ser un ocho.”

5

Advirtiendo lo dicho, miro otra vez la nota.



No hay ni un ocho ni un puto tres.

6

Se produce un momento de furia.

7

La nota deja de existir…

8

…el teléfono también.

foto: manu

dentro (*)


La mirada era triste, como cansada. Estaba quieta en el sofá de la casa de sus abuelos. Miraba el rincón de la pared dónde faltaba un cuadro. Los ojos a medio cerrar y el pelo revuelto. Parecía esperando algo, una espera que la consumía como un cigarrillo olvidado en el cenicero de un bar de paso. Parecía detenida esperando algún suceso digno para reaccionar. Una reacción supeditada en flores del pasado, en imágenes idealizadas.

Era joven, tan joven que parecía una niña. Mirada penetrante, personalidad particular y una actitud de hierro. Comprendía muchas cosas y sabía de la vida, sabía sus teorías, sabía sus manuales, sabía estudiarlos, sabía comprenderlos….y actuaba en consecuencia.

La lógica claudica (lamentablemente) ante el primer escalón poco simétrico. Ante las verdades absolutas ahogadas a la orilla del río. La fuerza de la palabra volviéndose analfabeta ante la falta de fundamentos convincentes.

La cosa, en definitiva, resultó distinta a cualquier hoja de manual.

No me extraña que se den así, ni que quiera pedirme perdón.

Su cuerpo estaba seco por dentro y frágil por fuera. No hay más gotas por llorar. Mucho daño en tan poco tiempo. No hay visión, actitud, proyectos. No hay melancolía, ni ganas de querer. Hay un tiempo detenido que la envuelve en días infinitos que la maquinan y la oscurecen.

La reacción no aparece, el renacer se esfuma. Muchos golpes, cicatrices, marcas.
Humillación.
Mutilación.

Los brazos se le contraen, el cuerpo se le achica, la frente se le arruga.

Se siente en un tiempo equivocado.


Ella miraba el rincón de la pared dónde faltaba un cuadro…

…presumí su mente atrapada en una red.


Recordé un momento…

…donde supo sonreír.








foto: lucho